Textos que fomentan la ira vol. II

Petunio caminaba por la calle silbando una canción que le enseñó su abuelo cuando tenía 8 años. En esa época las cosas eran muy diferentes a la actualidad. Podías conseguir churros a cambio de un feto de gato y el cine sólo costaba 3 coatlús. Pero eso pasó y en la actualidad las quisquillas de 2 metros dominaban el mundo.

Petunio llegó a una esquina en la que había un coche con ruedas de gomaespuma y se detuvo. En el interior del coche, una quisquilla comía un bollicao relleno de paté. La quisquilla miró a los ojos a Petunio y este no miró a otro lado. Estaba harto. Mirar a los negros ojos de una quisquilla gigante ventricular era el peor de los delitos en este mundo quisquillense. La susodicha quisquilla salió del coche. Petunio adoptó la clásica postura fetal y empezó a orinarse mientras gritaba.

- Star Lux! Star Lux- gritaba Petunio mientras la quisquilla se aproximaba. Justo cuando la quisquilla iba a descargar su quisquíllea fuerza en la cara de Petunio, una luz cegadora ocultó el sol. Era la Lux de Star, una heráldica y mítica estatua de un erizo. El salvador que la tierra necesitaba. Comenzaron a llover chorizos del tiempo. Aprovechando que los ojos de la quisquilla se cocieron en su jugo con la luz de Star, Petunio agarro un chorizo y lo abrazó. El fluzo condensado en el chorizo catapultó a Petunio 100 años atrás.

¡Danos tus intestinos Petunio!

Mareado y desorientado, Petunio compró unos churros a cambio de un feto que él mismo había engendrado en su válvula pilórica. Recuperó energías y se fue a buscar a su abuelo, que no era más que un niño. Gritó y gritó. Gritó tanto que se abrió un agujero de gusano que permitió la entrada de una quisquilla de otra dimensión en la que las quisquillas tenían aspecto de seres humanos y los seres humanos aspecto de Hámster. La quisquilla pasó por el agujero de gusano y Petunio se vio arrastrado por agujero a la dimensión de las quisquillas-humano.

No tuvo problemas para hacerse pasar por una quisquilla hasta que le paró una patrulla anti "quisquillas-humanos que parecen humanos y que realmente son humanos". La patrulla le pidió que cantara el juramento quisquillo. Al no saber qué decir, cantó la canción de Oscar Mayer. La casualidad quiso que en esa dimensión la marca Oscar Mayer no existiera y que la letra coincidiera, de una u otra manera, con el juramento quisquillo. Una vez que la patrulla le dejó irse (no sin antes cerciorarse de que sus genitales no midieran más de 10 cm) Petunio procedió a buscar a su abuelo que, en esa dimensión, tenía aspecto de hámster.

Encontró a su abuelo en un arroyo, pescando congrios, que en esta dimensión eran muy parecidos a los abuelos de 88 años, pero con aletas. Le advirtió de la invasión quisquillense de su dimensión. Su abuelo-hámster, le dijo que no se preocupara y le dio una torunda ultrasónica diciéndole que, en el debido momento, sabría que hacer con ella. Su abuelo hámster se devoró a sí mismo diciendo que era lo típico en esa dimensión y Petunio se volvió a quedar solo.

Sin saber qué hacer, Petunio observó la torunda ultrasónica y se quedó pensativo. Se le ocurrió que lo mejor que podía hacer era introducir la torunda por su recto. A medio camino, cuando la mitad de la torunda ultrasónica era engullida por el musculoso ano de Petunio, una quisquilla patrullera le sorprendió y dio la voz de alarma ya que, en esa dimensión, las torundas ultrasónicas eran un artículo reservado a los fetos, que eran como los churros del tiempo pero en morado. Petunio asustado, lanzó la torunda a la quisquilla, lo que produjo una explosión nuclear que evaporó a todas las quisquillas y al propio Petunio.

Petunio se despertó sobresaltado justo para ver cómo una tormenta de chorizos del tiempo caía sobre su casa. Se volvió a dormir sin saber que, en su armario ropero, un feto, aliado con una quisquilla, preparaba un menú en el que el ingrediente principal era el propio Petunio.

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