Irómetro Vol. VI

Como cada semana (o casi cada semana) llega el viernes (o casi viernes-sábado) y con él, llega el Irómetro.
Del anterior Irómetro he sacado interesantes conclusiones. La más importante es que sí, tenemos mucha IRA, pero cuando hablamos de proyectarla sobre cosas tecnológicas y, sobre todo, cosas de pasta, ya nos controlamos un poco más. Tenemos que ir arreglando eso. Es decir, no podemos no romper nuestro móvil de un manotazo, para luego ir a hacer la compra y llamar al cajero hijo de puta porque nos devuelve mal las vueltas. Hay que canalizar la IRA adecuadamente.

Bien. Esta semana vamos a tratar de ahondar en otro tipo de IRA. Por ahora hemos estado estudiando la IRA que sale de golpe. La IRA incontrolable y que nos hace dar gritos y romper cosas.
Hoy me interesa la IRA que sale en momentos estudiados y preseleccionados. Por ejemplo: trabajas en una empresa que es una mierda. Cobras poco. Trabajas muchas horas. Los jefes son basura. Y los baños huelen a culo todo el día. Pues vas tú, y a modo de venganza rompes cosas: ratones, teclados... o las robas: te llevas bolis, ratones, cuadernos...

Empleo bien pagado, al aire libre, tratando con animales, especial fans de Dumbo.

Otro ejemplo: estás en un bar y te sirven garrafón a precio de Moët Chandon. Además el DJ es una especie de infraser sordo y retrasado que no deja de poner la mierda de música que haría temblar de gusto a un quinceañero gilipollas al que le guste ver el Sálvame Diario. Pues bien, vas al baño y meas fuera. Y no solo meas fuera de la taza, sino que meas en el tirador, el espejo, el papel higiénico y el pomo de la puerta. Y no solo eso. Al salir del bar escupes en las puertas. Así aprenderán.
Último ejemplo: vas en un autobus de vuelta a casa a las 7 de la mañana con una cogorza que no te lames y el conductor conduce con el culo. Coge las curvas a toda hostia, se sube a los bordillos y tiene puesto en la radio a Jimenez Losantos asegurando que es Jesucristo reencarnado. Al cabo de tres arcadas, y sin tener realmente ganas de hacerlo, potas por los asiento, por los pasillos y las ventanas. Escupes en los cristales y al salir del bus le llamas hijo de puta al conductor.

Estos arrebatos de IRA son menos explosivos que los otros, pero a su vez son más dañinos. Además, normalmente, el que acaba pagando el pato es un señor de la limpieza o un camarero nuevo al que le enmarronan para limpiar los lavabos.

Dicho esto, dejo la pregunta de la semana:

¿Has cometido alguna guarrada, roto cosas o robado por venganza contra personas o empresas?

Hongos devoradores de leche: una amenaza más

Jesusito de mi vida, juro que no volveré a dejar semana y media el blog abandonado, por mucho alcohol que beba o mucho éter que aspire.

Dicho esto, el tema de esta semana: gente que se hace yogurt casero empleando hongos de diversos tipos: ¿amigos o amenaza?

Hay mucho tipos de hongos para hacer yogurt: el kéfir, uno con aspecto de monstruo que cada vez se hace más grande y mucho otros que no conozco pero que seguro que existen. Hoy voy a hablar del Kéfir (que es el más conocido) y de ese que se hace cada vez más grande y del que, por desgracia, no recuerdo el nombre.

El kefir (http://es.wikipedia.org/wiki/Kéfir) es un bichaco que hace cosas en la leche y la deja más saludable y mucho mejor para el organismo y si la bebes te crece el nabo y no se qué más maravillosidades. Yo no me las creo, porque la gente que conozco que toma Kéfir, no deja de intenar asimilarme. Sí, asimilarme. Llamo de esa manera a los intentos por hacerme comer kéfir de estas almas en pena controladas por hongos.
La cosa es que el kéfir es una especie de coliflor de color blanco y no se ve de buenas a primeras. Y claro, aprovecha esa ventaja táctica para colarse en tu leche (ayudado por sus esclavo-consumidores sin alma). Una vez en tu brick de leche no tiene más que esperar a que te la bebas y ¡BAM! hongo en tu cerebro. Una vez allí, el kéfir utilizará tu cuerpo a la manera de una bolsa amniótica con patas y criar a sus honguitos bebé. Es todo bastante desagradable y no quiero entrar en detalles, pero todo termina con una implosión de fluidos.

Aunque esté buena, en realidad está rellena de huevas de hongo. Va a implosionar.

Esta es la manera de trabajar del kéfir. Muy sofisticada. El otro, el sin nombre, lo hace más a lo bestia. El incauto consumidor (aconsejado por algún amigo, loco, cabrón, asesino o todo junto) pone en un tarro un cachito del hongo y lo cubre de leche. Al día siguiente tiene yogurt. El yogurt en sí es inocuo, es decir, es yogurt y es incluso bueno para la salud (a pesar de estar fermentado con las heces del hongo). Lo malo es que en el proceso de creación del yogurt, el hongo a multiplicado su tamaño. Se hace cada vez más grande. Se hace una bestia. Y el día menos pensado ¡BAM! te devora a ti, a tus padres y a tu gato. Está menos currada pero aun así es una estrategia que le funciona muy bien.

¡¡¡Mi Hongo tiene haaaambre!!!

Así que, incautos lectores que habéis pensado en tomar estas mierdas: pensároslo dos veces. Los hongos no son vuestros amigos. Nadie da algo a cambio de nada. Ellos dan yogurt a cambio de tu vida y, sinceramente, creo, aunque no estoy muy seguro, que tu vida vale más que un yogurt. Si no lo vale, no lo dudes, el kéfir es tu nuevo mejor amigo.

Cejas pintadas ¿Por qué dios mio, por qué?

Hay cosas que nunca deberían hacerse. Nunca se debería dejar el envoltorio del chocolate vacio de vuelta en el armario. Tampoco se deberían pegar mocos en los asientos del coche prestado de un amigo. Son cosas de sentido común que nadie, o casi nadie, hace.
Entre esas cosas entra también el depilarse las cejas, para luego tatuártelas o pintártelas.

Es usted guapíiisima. Ahora me voy a vomitar por otra cosa sin relación con sus cejas.

Por más que lo pienso no me entra en la cabeza. ¿Te depilas para luego tatuarte lo que te has depilado? Es como si un tío se depila el bigote y luego se lo pinta. O una chica que se depila las piernas, y luego se pasa horas pintándose pelos. Pensaríamos que están locos. Los llevaríamos a la hoguera sin dudarlo. Es decir, los quemaríamos. O por lo menos, pensaríamos en hacerlo.
Además, cuando esa gente suda, se quedan ciegos porque el sudor les resbala a los ojos sin nada que lo detenga. Las sales minerales se acumulan en las córneas y se van quedando ciegos poco a poco. Está probado. Científicamente probado. ¡Por científicos!

Y no penséis que esta moda horrible es solo cosa de mujeres o de viejas. También hay hombres. Preciosos hombres que se depilan hasta el ojete. Quedan las mar de guapos como podéis ver.

Ronald McDonald sin maquillaje no mola tanto.

¿Para qué te vas a injertar pelo? ¿Para qué te vas a operar la nariz? ¡Mejor me pongo unas preciosas cejas tatuadas! Así que, desde la Cúpula, te animo estimado lector a depilarte todo el cuerpo y luego a tatuarte el pelo de vuelta. Nunca más te volverán a picar las piernas. Y triunfarás en las duchas de la cárcel. Si es que te meten a la cárcel. Cosa probable si te tatúas pelo.

Irómetro Vol. V

Un viernes más (bueno, esta semana solo me he retrasado un día cojones) el Irómetro vuelve con ganas de saber. Saber qué os hace florecer la IRA. La sabrosa, sabrosa IRA. La semana pasada, y como ya viene siendo habitual, se demostró que todos tenemos arrebatos incontrolables. Sinceramente, me da miedo preguntaros si habéis matado alguna vez, porque seguro que sale alguien que dice que sí.

Esta semana el tema se centra en la tecnología. La tecnología. Cientos de años de avances e inventos para hacer nuestra vida más fácil. O para idiotizarnos según se mire.
¿Quién puede negar que el ordenador nos ha abierto las puertas al mundo desde la silla de Ikea en la que nos sentamos para acceder a internet? O el coche, que ha hecho que hordas y hordas de grasientos norteamericanos lo usen hasta para ir a hacer popo.

Enhorabuena, ha tenido usted un precioso Niño-lavadora 2.0. ¡Viva el futuro!

Todo esto es una puta maravilla. Pero hay días, hay días en los que la tecnología se vuelve contra nosotros. Esos días en los que el mando de la tele no funciona ni cambiando las pilas. Esos días en los que los cascos de tu mp3 dicen "hasta aquí hemos llegado" justo cuando llega la parte de la canción que más te gusta. Esos días en los que internet va lento y te estás bajando pornaco del bueno. Esos días en los que te das cuenta de que el archivo word que has guardado no lo pueden leer en la tienda de fotocopias y tienes que volver a casa para guardarlo en ".rtf". Esos días en los que el coche está frió y no arranca, y la hora de entrada al trabajo se acerca más y más. Esos días en lo que estás hablando por el móvil y de repente se pierde la cobertura, se corta la llamada pero luego vuelve la cobertura como si no hubiera pasado nada.

Por todas estas razones y por cientos de miles más que darían como para escribir 14 blogs, de vez en cuando, la tecnología da ganas de matar. Es en esos momento cuando sufrimos una retrocosa al pasado y afloran los instintos por los que ser regían los hombres-mono en la edad de piedra. Pasamos a gritar y mover el artículo tecnológico en cuestión frenéticamente y nos damos golpes en la cabeza con él. Eso es lo que hacemos todos en estos casos, ¿no?

Pues bien, ya os imaginaréis por donde van los tiros en el Irómetro de esta semana. Ahí va la pregunta:

¿Has roto o tirado contra la pared algún elemento tecnológico porque no funcionaba?

Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, yo me calmaré y vosotros lo veréis.

La de hoy va a ser una entrada corta. Y es que hoy en el curro ha salido una frasecica de esas que hacía años que no escuchaba: Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, yo me calmaré y vosotros lo veréis.
Solo deciros que, desde el estudio serio de la IRA, he realizado diversas pruebas para ver si esto funciona. Y no funciona.

-¿Quién es la pava? -No se. -¿Por qué está aquí?. -No se. -Bien.

Lo he comprobado. No funciona. Incluso puede llegar a incrementar la IRA un 123% cada vez que se repita. Así que, desde la Cúpula, en donde se trabaja para intentar incrementar y canalizar vuestra IRA, os animo a que cada vez que os pongaís de mala ostia, recitéis un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, yo me calmaré y vosotros lo veréis.
La IRA esté con vosotros.

Anacardos. ¿Realmente nos podemos fiar de ellos?


Supongo que todo el mundo sabe qué es un anacardo. Para los que no lo sepan, la RAE siempre está ahí para ayudaros:

anacardo.


(Del gr. ἀνάκαρδος).


1. m. Nombre de varias especies de árboles tropicales de flores pequeñas cuyo fruto es comestible y se usa en medicina.


2. m. Fruto de este árbol.


Son millones. Y quieren tu sangre.


Ahora que todos sabemos de lo que hablamos, vamos a centrarnos. ¿Nos podemos fiar del anacardo? ¿Qué sabemos de él? Es un fruto tropical (yo pensaba que era originario de Teruel), tiene forma de cacahuete alargado, sabe parecido al cacahuete, huele a cacahuete, lo confundimos con el cacahuete pero muchachos, no es un cacahuete. Algunos ya sabréis por dónde van los tiros y es que, este tema del anacardo me recuerda mucho a una película de 1982 llamada La Cosa.

¡Toma ya! ¡Farolillo andante!

Pues bien, en esta película dirigida por Carpenter, un ente extraterrestre es descongelado en el polo sur o el norte (no se cual, los confundo siempre). El bicho en cuestión crea copias de los seres vivos y se hace pasar por ellos. Es una especie de virus que te copia hasta el ojete y de esa manera puede comerse tus chocopolos y asimilar a tu madre. Así hasta conquistar todo el mundo.

Como vemos, las similitudes anacardo/la cosa son bastantes, porque la cosa parece tu tía, sabe como tu tía, huele como tu tía, la confundes con tu tía pero muchacho, no es tu tía.

Entonces me pregunto yo. ¿Nos podemos fiar del anacardo? ¿Es en realidad un fruto seco? ¿O es un ente extraterrestre que a empezado poco a poco y se limita a imitar a los cacahuetes? Luego vendría asimilar gatos. Luego a los monos. Los bomberos. Los habitantes de Castrillo Matajudíos y luego todo el mundo. De modo que, una vez más, utilizo el altavoz que es este blog (más bien un silbato), para prevenir a las gentes de la nueva amenaza from outer space.

No comáis anacardos.
No regaléis anacardos.
No digáis la palabra anacardo.
No os fiéis de los cacahuetes.