La cruda realidad

Crecemos con la imagen de que los juguetes navideños son creados con árboles mágicos por los elfos de Santa Claus y almacenados con amor y esmero en bucólicas estancias en las que las columnas son bastones de caramelo y los tejados son regaliz. Más o menos. Pero, sorpresa, una vez más la realidad es mucho más polvorienta y grasienta que nuestros oníricos sueños.

Hoy hablo desde el interior del tema que trato. Desde la guinda del pastel. Desde el relleno del Bollycao. O algo. Y es que llevo unos días trabajando para una importante empresa de juguetes que está inmersa en los preparativos juguetiles navideños y puedo asegurar que no tienen empleados a diminutos elfos, me tienen empleado a mí. Un infraser que opina que la vida humana es prescindible.

El almacén donde aguardan los juguetes no está en el Polo Norte, entre abetos y pingüinos y purpurina. No. El almacén de los juguetes se encuentra en un sórdido complejo industrial en el que abundan los rastrojos, las prostitutas y el barro. Y todo ello en medio de yermas extensiones de desierto. Allí se hacinan peluches, muñecas, puzles, cochecitos, trenes de madera, pelotas, mecanos, legos, avioncitos, polvo, coches de radio control, disfraces, armas de juguete, motos de plástico, más polvo, pelucas, casitas de madera... Allí entre rudos hombres, parajes yermos, barro y manteca, aguardan los regalos con los que nuestros inocentes infantes jugarán en su niñez.

Santa Claus no reparte los juguetes. Lo hace un señor de Cuenca en una furgoneta de hace 25 años, podrida hasta los ejes y con los neumáticos medio deshechos. Rudolf y sus amigos renos no la arrastran, lo hace una mecánica obsoleta responsable de que los primos de los renos se extingan. Los regalos no se guardan en sacos rojos con lacitos verdes, se apilan en palés de madera hechos con árboles en los que vivían pájaros ya muertos. No hay ni rastro de magia. Todo es menos idílico en el mundo real. FIN.

El bien y el mal

Piensa en un combate. Una lucha desigual entre fuerzas opuestas. La mítica y ancestral guerra entre el bien y el mal. Una eterna batalla que se libra cada día en los sitios más insospechados. No se trata de una guerra abierta, con cientos de muertos y medios de comunicación de todo el mundo rellenando columnas y más columnas con muertos y explosiones. Se trata más bien de una guerra fría, con miles de focos abiertos a lo largo del globo. Se libra cada día en cientos de hogares, centros públicos, privados... No hay distinción. El mal acecha en cada rincón y es un avezado contrincante en esas lides.

No te imagines un mal personificado en algo tan pueril como un demonio con capa y rabo terminado en anguloso bulbo. El mal sabe camuflarse en su entorno para pasar desapercibido ante nuestros ingratos ojos. No lo vemos pero, de alguna manera, lo percibimos, lo olemos. Aunque cuando uno huele el mal, suele ser demasiado tarde. Es un camino en el que, una vez cruzas la línea roja, no hay vuelta atrás. Cambias para siempre. Algo se altera en lo más profundo de tu ser. El mal es un ente aterrador. Cargado de oscuridad. Una vez sus efluvios te dan alcance, se apodera de ti y te entra por todos los poros de la piel, inundando de inhumanidad tu cuerpo mortal y tu alma.

Pero al igual que donde hay oscuridad siempre hay luz, hay un poder que coexiste con la maldad y la combate. Este poder, el bien, es algo más tangible. Es algo que podemos tocar, ver e incluso saborear. Es algo tan terrenal y tan inherente al mal, que cuesta creer que no siempre esté allí donde habita y surge el mal. Es algo totalmente complementario al mal y gracias a eso, con su sola definición, es posible desenmascarar al mal. Que lo que aprendas aquí no caiga en saco roto. Aprende a luchar contra el mal. Usa las herramientas del bien que te presento:

Los ejércitos del bien dispuestos a combatir el mal.

Somos lo que comemos

Queridos lectores, en esta época que nos ha tocado vivir, en la que chupar un recto abre más puertas que pasar cuatro años fumando en uno de esos centros diurnos llamados universidades, no merece la pena estudiar. No merece la pena pasar años y años acumulando apuntes y latas de cerveza, a no se que queramos batir el guinness de la colección de latas de cerveza más grande del mundo. En ese caso sí merece la pena.

Pero claro, la alternativa a los estudios consistente en meter la lengua en oscuras y peludas cuevas de carne tampoco es muy atractiva. Es asqueroso ¡Y sabe muy mal! -o eso dicen-. Esta alternativa sólo es válida en casos de pérdida total del sentido del olfato y/o la dignidad.

De modo que ¿Qué nos queda? A priori, la respuesta correcta es el suicidio. Salida noble y elegante elegida por muchos, aunque con el inconveniente de la muerte y la condenación eterna. "Eterno" puede llegar a ser mucho tiempo. Que se lo pregunten a John Wayne. Pero no, no sólo nos queda esta bonita salida. Hay otra, mucho más fácil que estudiar, más limpia que lamer un recto y que no te ata por toda la eternidad a un mundo de lava ardiente y señores con cuernos y huevos colgando.

Este místico y secreto modo de vida está ligado a un dicho muy popular que dice así: "somos lo que comemos". Al decirla, la mayoría de la gente piensa que hace referencia solamente a que si comemos mal, tendremos una mala salud, y a que si comemos bien, gozaremos de una salud a prueba de bombas -literalmente-. Pero hubo un visionario que supo ver más allá de las palabras -Visionario, ver... Sí todo encaja-. Este visionario que desarrolló su vida e intelecto en la antigua Grecia, supo descifrar el verdadero significado de este dicho: Si comes algo, te conviertes en ello. Así, este mago de la biología y la filosofía, este Cadillac humano, pensó que si quería ser matemático, sólo tendría que comerse a un matemático. Y así lo hizo. Se comió a un gran matemático y adquirió su conocimiento. El matemático devorado se llamaba Tales de Mileto, y el matemático resultante se llamó Pitágoras. Pero el secreto salió a la luz, y llegó a los oídos de un humilde limpiador de letrinas que, estando un día debajo de donde hacía sus necesidades Pitágoras, aprovechó la oportunidad y lo devoró. Ese fue el nacimiento del célebre matemático Euclides, que a su vez fue devorado por un mozo de cuadras analfabeto que más tarde fue reconocido en la historia como Arquímedes.


Pitágoras: uno de los mayores caníbales de la historia.


Sí amigos, los grandes matemáticos de la Grecia antigua fueron en realidad la misma persona devorada una y otra vez. Con cada acto caníbal se adquirían nuevos conocimientos, como desatascar letrinas o limpiar vacas. Increíble pero cierto. Es historia. Está en los libros.

¿Y cómo podemos sacar nosotros partido de esto? La respuesta es fácil. Comiéndonos lo que queramos poner en nuestro currículum. Un licenciado en Comunicación Audiovisual, una psicóloga, una enfermera... Cualquier especialidad puede ser bocatto di cadinale si se condimenta bien. ¿Para que perder 4 años o más de nuestra vida estudiando algo que puede ser nuestro sólo con matar y devorar a un ser humano? Exacto, nada.

Que aproveche.

Old Spice (Especia Añeja)

No, cuando digo Old Spice no me refiero a ese varonil desodorante que convierte a los niños en hombres, a los hombres en ancianos y a los ancianos en Cockie Roberts. Ese desodorante desapareció de la faz de la tierra después de fundir las axilas a unos 3 millones de hombres allá por los 90.

Old Spice, con auténtico caballo triturado.

Lo que nos ha reunido en aqueste loable blog son las especias añejas, especias que, por su edad, deberían haberse convertido en popó hace mucho pero que, por ambiguas y oscuras razones, siguen entre nosotros. Sobre todo en casa de nuestras madres, tías, abuelas... Y así, si abrimos el "armario de las especias" seguro que encontramos una pimienta que vio cómo Tejero entraba en El Congreso, o un orégano que fue recolectado en un prado que al día siguiente acabó bajo las aguas de un pantano inaugurado por Franco. Y no exagero, vean estas imágenes que ejemplifican mis palabras:

Consumir antes de 1995 y 1993. Miedo.


Si este bote se abriese moriría toda la humanidad.

Como podéis ver, las cocinas de nuestras madres, tías y abuelas esconden horribles y peligrosos secretos. La guindilla de cayena y el colorante alimentario presentados caducaban en el 95 y en el 93 respectivamente, pero fueron recolectados y procesados mucho antes. Mucho antes. Posiblemente fueron recolectados por nuestros antepasados homínidos. FIN.

La venganza de BETA

A priori, puede que el nombre de BETA no os diga nada. Pero tiene mucho por lo que odiarnos a todos. Mucho. Hace años, tras unos años de melosa relación y cariño mutuo, la sociedad le dio la espalda. Lo usamos un tiempo y cuando salió un bailarín mejor dejamos a este Fred Astarie, a este Cadillac de la tecnología, en el banquillo. Sólo. Olvidado.

Vio caer al bailarín que le dejó en la estacada. Un bailarín llamado VHS. Un bailarín que, sin ser mejor que el propio BETA, contaba con amigos en las altas esferas que lo mantuvieron en el top 1 durante muchos años. Al caer VHS, BETA lo acogió sin remordimiento. Ahora esperan con los brazos abiertos a DVD.

Pero su venganza está cerca y en manos de los llamados "modernos". Pronto amanecerá el día en que a algún iluminado de estos se le ocurra que "el BETA molaba" -Así es como hablan ellos- y ¡BUM! BETA a la carga una vez más. Los que hayan guardado un reproductor BETA todos estos años serán encumbrados a la categoría de dioses y ganarán millones. Así se cerrará el círculo de la vida.

Tieso como el cactus

Siguiendo su aritmética progresión hacia lo mongoloide, Garnier sigue empeñada en usar cualquier ente de la naturaleza que se parezca físicamente a los resultados que buscan con sus productos. Así, el año pasado por estas fechas, hablaba en aqueste blog de un champú con extracto de bambú que servía para rizar tu pelo de una manera que sólo puede clasificarse de fantarrizosa -se me ha ocurrido a mi solito, aunque me ha costado semanas-.

Un año después de esta aberración cosmética, Garnier vuelve a la carga con un producto aun más ridículo: una gomina que usa extracto de cactus para mantener los pelos tiesos. La asociación de ideas es clara: bambú = pelo rizado, cactus = pelo tieso. ¡GENIOS! Una vez más, se empeñan en dotar de las "propiedades" de unaa desdichada planta a su producto cosmético. "Lo soporta todo como el cactus", "Duro como el cactus"... En realidad, dicen literalmente "Sobrevive a todo 24 horas, como el cactus". No sé qué clase de cactus han usado que sólo dura 24 horas y luego se muere. Comprueben esta sarta de bobadas por ustedes mismos:


En vez de partirse el cuello al caerse por la ladera ríe. Como la vida misma.

¿Hacia dónde van? ¿Qué futuro nos espera con esta depredadora empresa? Si esto sigue así, pronto podrían empezar a usar sangre humana para sus pinta labios, coloretes, pinta uñas... ¿Ojos triturados para el rímel? ¿Por qué no? Puede parecer exagerado, pero veremos cómo nos va dentro de un año. Veremos si nos quedan ojos que no hayan sido usados para rímel, claro.

Enlace

Manuel el robot

Para los incrédulos que no quieren ver la oscura y terrible verdad que pone en seria amenaza la supremacía del ser humano en este planeta, hoy traigo una prueba de que, sin lugar a dudas, ha comenzado una invasión, una colonización que empieza en nuestras casas y termina en la Casa Blanca.

Algunos dirán que exagero. Muchos dirán que esta foto no prueba nada. ELLOS son nuestros enemigos. ELLOS están preparando el terreno. ELLOS ofrecen su dinero, su hogar y cuerpo en favor de la transición. Una transición que nos dejará al nivel de simios de zoo, comiendo sobras, lanzándonos nuestras heces en pos de la diversión de un ente superior. ELLOS querrán que no veas esta foto:

Viene del espacio exterior. Quiere tus riñones.

Llega el momento de elegir. Toca mover ficha. Lanzar el dardo. Decidir el color de la pastilla. Ahora es el momento. ¿Exagero? ¿Es descabellado? ¿O es la verdad que nadie quiere que veas? Manuel se aproxima. Cada vez estará en más casas preparando los alimentos de sus dueños. Nadie duda de él, al fin y al cabo, es tu amigo Manuel. ¿O no?

Los perros y los gatos no son lo que eran

Da miedo decir que las cosas no son lo que eran porque en realidad soy joven y no debería pasar lo que esa combinación de palabras significa. Pero la cuestión es que, realmente, las cosas no son lo que eran.

Antes ibas a por unas pipas y tenías de las saladas, las normales y las que supusieron un avance que fue tildado por mi mismo de brujería: las que estaban saladas por dentro. Ahora las tienes de sabor hamburguesa, picantes, sabor curry, rellenas de mierda... Todo complicado y maligno.

Antes, los niños veíamos en la TV el Club Disney, Barrio Sésamo o los Thunder Cats. Ahora tienen que elegir con cuidado entre los cientos de dibujos japoneses incomprensibles que pueblan la programación de las decenas de cadenas de TDT. Si elijen a la ligera pueden ser apaleados en el recreo o terminar convertidos en asesinos sexuales.

Lo que ocurre con estos dos ejemplos es aplicable a todo. TODO. Porque no sólo se reduce a prendas de vestir, comida o insultos. Se puede aplicar también a la legendaria rivalidad entre gatos y perros.

Antes, cuando un perro se cruzaba con un gato corría la sangre. Bien fuera del gato o del perro, había que sacar la fregona y limpiar la sangre del suelo. La rivalidad era extrema y las peleas, llenas de dientes y zarpas afiladas, encarnizadas. Los perros y los gatos vagabundos andaban por ahí haciendo gala de sus marcas derivadas de sanguinarias peleas. Calvas y sangre salpicaban sus mugrientos pelajes.

No es un abrazo. Es una llave de judo.

Ahora, no queda ni rastro de esa rivalidad. La NET está plagada de vídeos de perros y gatos en actitudes cariñosas que rozan el porno inter-animal. Donde antes había mordiscos, ahora hay lametazos, donde antes había arañazos, ahora hay ronroneos. Se acabó el crujir de huesos. Ahora sólo hay crujir de corazones.

Todo se ha ido a la mierda. Y de seguir así, se dará el salto al género humano y se terminarán las disputas vecinales, las peleas de autos de choque, los navajazos discotequeros... Y por último las guerras. Vislumbro un futuro sin IRA y me echo a temblar.

Reciclaje Imposible

Paradoja del reciclaje: miles de euros destinados a concienciar a la ilustre ciudadanía de que hay que reciclar para que todo se vaya a la mierda en el momento cumbre de este noble hábito.

No sé si alguno de mis escasos lectores será aficionado al reciclaje -aunque eso de aficionado suena a que reímos y cantamos mientras reciclamos, nada más lejos de la realidad-; la cuestión es que, cualquier persona que se enfrente al reto del reciclaje lo hace con ilusión y con esperanzas de ayudar a nuestra madre naturaleza, salvar ballenas jorobadas, focas bebé y toda esa mierda. Pero como siempre, la vida real es peor de lo que parece en las películas de Disney. Puede que los canadienses sigan reventando cabezas de focas para confeccionar el tanga de alguna rica anciana decrépita, pero la promesa de 1 kilo menos de CO2 en la atmósfera gracias al reciclaje que hagamos en un año es más que suficiente.

Una vez que aprendemos qué cosas van con qué bolsas y en qué parte del cubo pro-reciclaje que hemos comprado, y llenamos una bolsa de envases, la bolsa debe ser depositada en los contenedores amarillos. Con esto nos cercioraremos de que cada tetrabrick reciclado evite el tener que usar un feto de simio para fabricar uno nuevo. El problema de los conetenedores amarillos es su escasez. Según la publicidad, podríamos atravesar todo el país de costa a costa saltando de contenedor en contenedor, pero lo cierto es que siempre quedan lejos del hogar.

Y así, salto a salto, llegamos al meollo de la cuestión, al nudo, a Rosebud. El reciclador novato llega a un contenedor amarillo con una bolsa enorme y rebosante de ilusión, y se encuentra con un factor que hará que nunca vuelva a reciclar.

Premio al diseño más inutil del año.

¿Por qué? ¿POR QUÉ? ¿Por qué teniendo un contenedor tan grande y amarillo tenemos que meter nuestra enorme bolsa por una agujeros tan pequeños? La respuesta es clara, porque realmente, los lobbys de los tetrabriks no quieren que reciclemos. Porque en el momento que intentas meter la bolsa por ese minúsculo agujero, el contenido de la bolsa empieza a rebosar y caer por toda la calle y tus manos terminan llenas de yogur y de líquidos más o menos apestosos, algo en tu mente cambia, y pasas a querer matar focas bebé con tus propias manos.


Foros de debate serios

En la Grecia clásica, los ciudadanos parlamentaban en lugares destinados a tal loable fin. Trataban de crear una sociedad perfecta creando leyes y mirándose debajo de las togas mientras bebían vino y sus heces eran barridas por los infra-ciudadanos. Esos lugares similares a plazas, se denominaban ágoras. Hoy en día, cualquier lugar se puede convertir en un "ágora": bares, servicios públicos, una esquina en la que hayan sentado sus posaderas dos borrachos... No es tan elegante pero por lo menos no hay personas de primera y personas de segunda. Bueno, puede que sí. Pero desde luego nadie tiene que barrer las heces de los ricos. Aún.

Hoy me quiero centrar en los foros de debate que se crean alrededor de una nota o circular de un presidente de comunidad de vecinos; algo muy común y arraigado que a veces crea monstruos que se ocultan en la oscuridad en busca de su momento de gloria. Esos monstruos quieren que se hable de ellos. Quieren ser el tema alrededor de una mesa de sábado en la que el plato principal sea pato.

That´s Komedy.

Para los lectores que no logren descifrar lo expuesto a boli en la nota de aviso de la comunidad, procedo a transcribirlo:

1. ¿Y quien viva sólo qué hace? ¿Llamar al presidente?

Esta persona es sin duda la que plasma la pregunta que se hace cualquier persona racional que lea el aviso. Se podría decir que es el ejecutor de nuestra conciencia. Un personaje capital en cualquier foro de debate, ya que es el que dinamiza el parlamento y hace de portavoz inconscientemente.

2. Eso también lo pensé yo.

Este individuo también es un ejemplo común de los foros de debate. Es casi tan brillante como el ejemplo 1, aunque más indeciso; y por eso siempre se le adelantan. Llega cuando la piel del oso ya está vendida, cuando Elvis ha abandonado el edificio, cuando Harry violó a Sally y la película se acabó. Quiere parte de la GLORIA que se ha llevado el número 1. La necesita y piensa que segundo va después de primero.

3. LEFA.

Imprescindible personaje al que se la suda todo. Sólo quiere alborotar la colmena; quiere decir bien alto: "Eh, aquí estoy yo y frente a vuestras preocupaciones yo digo simplemente LEFA". Hace sonreir y vomitar a partes iguales y es considerado por muchos como un héroe. Así lo considero yo.

Y de esta manera es como se debaten los temas en el S. XXI. Sin togas ni elegantes ágoras, pero con héroes anónimos y monstruos ocultos en las sombras.

El hurto del siglo

Hace poco perdí la fe en la humanidad en los lavabos de un bar. Tranquilos, no recibí el amor de un enmascarado. Tampoco me encontré con una tualé que pareciese un cuadro de la época oscura de Goya. Es más simple que todo esto. Al entrar al servicio mis ojos se fijaron en que faltaba el aro de la taza. En su lugar había la nada.

Próximo objetivo de gusanos espaciales.

Llegado a este punto, pienso que hay dos razones por las que puede faltar el aro de una taza de váter de un bar. O lo han robado, o los dueños los han quitado para que no lo roben -sabedores de que esto puede pasar o porque les ha pasado con anterioridad-.

En cualquiera de los escenarios propuestos, el ser humano sale muy perjudicado como especie. ¿Qué oscuros ardiles llevan a una persona a robar un aro de taza? Y aún más inquietante: ¿Cómo se saca un aro de ese tamaño de un bar sin que nadie se dé cuenta?

Preguntas que no tienen respuestas. No podemos sino imaginarlas. Dejarnos llevar por nuestra mente y terminar con alocadas propuestas sobre invasiones alienígenas y sobre conspiraciones de despiadadas multinacionales dirigidas por vampiros diurnos. Puede que el caco pretenda acabar con las infecciones de hongos haciendo que los clientes del bar hagan sus necesidades sin rozar la fría porcelana. O puede que esto sea el principio de una invasión de gusanos espaciales que por alguna macabra razón necesiten nuestros intestinos rebosantes. Eso, sólo el tiempo lo dirá.

Con cámara de aire todo es mucho mejor.



Hubo un tiempo en el que la calidad tanto moral como humana de una persona se medía en la cantidad de cámaras de aire que tuvieran sus playeras -o tenis o deportivas o como quiera usted llamarlas-. Eran tiempos duros de marcas bien visibles y niños-anuncio que pululaban por los patios de las escuelas haciendo gala de su molonidad.

Nuevas Nike Air: sólo echas de aire.

El perfecto niño anuncio tenía, preferiblemente, unas Nike, ya que eran las que más cámaras de aire incorporaban en la suela, llegando en ocasiones a ser la suela una cámara de aire completamente, con los peligros para los tobillos que ello suponía. En realidad no importaba lo mucho que peligrara la estructura ósea de nuestros pies, a más cámaras, más fama. Todo era mucho mejor con cámaras de aire -¡ahí está el título de la entrada!-.

Las playeras no se compraban por la cosa estética, sino por la cantidad de cámaras de aire que tuvieran y/o su tamaño. Luego estaban los pobres diablos que compraban playeras con cámaras de aire falsas, duras, que no estaban rellenas de aire, sino de goma. Dura goma. Esos eran los apedreados. Yo, por mi parte, nunca pasé de las cajas de zapatos. No daba para más.

Eso era antes. Puede que ahora los niños sigan siendo mongers. Lo desconozco. Hoy en día, el tema ha cambiado. Los que se afanan en enseñar sus marcas y mierdas ,son treintañeros mega bronceados, con pendientes de diamante del chino, corte de pelo con cresta y mechas, lentillas de color azul, mierda en la cabeza y ropa con grandes letras que anuncian los estandartes de su vida modística. Pura mierda.

Mucho más y mejor en el interior

Algo que me ha llamado la atención desde el primer día que pisé las calles de aquesta capital llamada Madrid, es la costumbre de los bares de instalar un teatro del infierno protagonizado por las estrellas culinarias del lugar, en escaparates que dan a la calle.

En un primer momento, puede parecer buena idea. El potencial cliente alemán de turno puede ver, de manera rápida, qué le ofrece el bar aunque no entienda del castellano nada que vaya más allá de "paelia" y "pusticlú".

Pero, como si todo funcionase bien en este mundo, no existirían apestosos blogs como en el que te encuentras ahora mismo, algo que en su concepto funciona de manera eficiente, una vez llevado a la realidad por grasientos camareros de bares anclados en los 70, todo se tuerce.

Merluzas con aspecto de haber estado en dentro de la misma ballena que Matusalen -o algo así-, torres de calamares con apariencia de ser de sílex, paellas tan secas que son usadas como carbón vegetal... Muchas son las causas de que estos escaparates estén siempre chorreando de vómito. Pero incluso cuando los alimentos no parecen ser del espacio exterior, algo tiene que estar mal:

¡He devorado a sus hijos! ¡Bleeuuurg!

Ahí tenemos a doña merluza vomitando gambas en una horrible estampa que hace llorar a los niños mientras duermen. Y a un servidor.

¿Dónde están las fuentes?

Ha ocurrido de manera tan progresiva que casi nadie se ha percatado de ello. En nuestro errático paso por la vida ocurren sucesos que escapan a nuestra escasa percepción de todo aquello que no nos afecta de manera masiva y este caso, es uno de ellos. Me refiero al lento exterminio que están sufriendo las, antaño adoradas, fuentes de nuestras ciudades.

Pensando en ello, sólo me vienen a la cabeza un par de fuentes que queden en pie o que yo recuerde, y en todos los casos se trata de fuentes-monumento que son respetadas más por su historia que por sus aplicaciones refrescantes. Extraño... BIZARRE!

Oh Danny Boy, the pipes, the pipes are calling...

Me di cuenta de todo este asunto cuando me sobrevino una acuciante sensación de sed dando un paseo por Madrid. Me dispuse a entrar a un comercio a comprar agua, pero en ese instante me acordé de mis viejas compañeras de guerras de globos de agua. Esas elegantes amigas de hierro fundido que plagaban nuestras calles y nuestros parques en los tiempos en los que Locomía casi conquista el mundo. Así que, extrañado por el tiempo que hacía desde que no buscaba fuentes, me puse a recorrer las calles.

Cuantas más calles recorría, más me extrañaba por, primero, la falta total de fuentes y, segundo, porque no recordaba la última vez que había bebido agua de una fuente. Asustado, confuso, sediento, acalorado... La situación empeoraba por momentos, y mi IRA aumentaba de manera geométrica. Finalmente, claudiqué y compré una CocaCola en un chino, y fue cuando lo vi claro: CocaCola, Solán de Cabrás, un Mathew Perry enfadado por la falta de papeles, CaoLat y no se cuántas empresas más están detrás de un malévolo plan ideado por Ronald McDonald que busca enriquecerse a costa de los ciudadanos sedientos, haciendo desaparecer todas las fuentes de nuestras calles.

¡BAM! ¡Otra conspiración destapada por la Cúpula de la IRA!

Sugerencia de presentación

Puede que sea debido a que están obligados por la ley a hacerlo, puede que con ello se sientan mejor y duerman mejor por la noche en sus inmensos palacios o puede que crean que los que compramos sus productos somos infraseres sub desarrollados que confundiríamos nuestro propio ano con una madriguera de topos. Pero la cuestión es que no entiendo la razón de que en muchos productos de alimentación venga la clásica foto con el producto en cuestión en un plato y pongan aquello de "sugerencia de presentación". Gracias, yo lo que iba a hacer era abrir un pato, meter los cereales dentro, coser el pato, hervirlo, dejarlo encima de un radiador un par de meses, abrirlo y comerme la viscosa pulpa en la que se hubieran convertido los cereales.

Sugerencia de presentación. Advertencia: tucán vivo no incluido.

Tras esta excesivamente larga presentación, debo comentar que no en todas las ocasiones en las que no encontramos con el cartelito de marras es del todo inútil. Hay fotos de sugerencias de presentación que están más curradas, y aprovechan realmente para sugerirte algo, como otros productos con los que acompañar al protagonista de la foto o, simplemente, una forma curiosa de presentarlo. En estas -escasas- ocasiones, está justificado. Pero andan al límite, porque seguramente se creen mejor que nosotros y por eso nos proponen platos y presentaciones que a nosotros, con nuestro déficit de masa gris, no se nos hubieran ocurrido. Es más, no están justificados. Se creen mejores. Hijos de puta. Voy a dejar de escribir un poco, estoy temblando de ira.

El caso extremo se da en los cereales y muchos de los productos que podemos encontrar en un chino y/o supermercado-demasiado-barato-como-para-no-pillar-lepra. En primer lugar, los fabricantes de cereales se limitan a fotografiar el típico cuenco lleno de sus cereales y leche, luego le estampan a la mascota de turno y ya. Si sueles comer cereales, ahora sabes cómo se creen que tienes de desarrollado tu cerebro los ejecubots de Kellog´s. Este mismo caso es aplicable a los alimentos de un chino, en los que de nuevo nos encontramos con el alimento encima de un plato, sólo, triste, al borde del suicidio. Como sus consumidores y los lectores de esta aberrante entrada.

Genocidio mascotil


¿Qué ha pasado con Chocos el oso? Hace unos meses desapareció de las estanterías de los supermercados y nunca más se supo. Al parecer fue devorado por Chocokrispies el mono, ya que ha sido el sarnoso mono sonriente de Nestlé el que lo ha sustituido.

Este es uno de los muchos casos que se dan y se han dado de limpieza sistemática de mascotas a lo largo de la historia. Los usan durante unos cuantos años y cuando pierden la gracia, engordan, son odiados por los niños -cada vez más modernos y difíciles- o se dan a la bebida, se les "gradúa" en la universidad de la mascota. Nunca más se sabe de ellos y se los sustituye por personajes más en la onda, son más cool o como quiera que digan "tener más estilo" los niños de hoy en día.

Recuerdo un caso que me afectó especialmente de niño. Y es que en mi punto álgido en lo que ha devorar cereales se refiere, mis preferidos eran los Chocopics, que eran los antiguos Chocapics y estaban capitaneados por un Molino gris y sin carisma. De golpe y porrazo, ese molino dejó paso a un perro sarnoso que se creía mejor que nosotros -con razón- y que atendía al nombre de Pico. Yo me pasé los consiguientes meses atormentando con mi aguda voz a mi madre en el supermercado, preguntando una y otra vez por los cereales del Molino.

Un molino sin carisma: otra de las víctimas de esta moda infame.

El último caso que voy a exponer para ilustrar esta preocupante moda que se va imponiendo, es a su vez uno de los más recientes, conocidos y discutidos, es el caso de los mafiosos de las bolsas de Risketos, tristemente sustituidos por una banda de Riskteos raperos que piden a gritos que los maten. Antes, los Risketos "eran una cosa nostra", ahora, "Son los que mas molan". Horrible. En un intento por "modernizarse" han matado a la mafia y han puesto en su lugar a unos raperos en una especie de horrible catarsis colectiva de la juventud que está dispuesta a hacer de todas las cosas buenas que nos quedan una gran mierda.

Los hijos del método Milton

Hay gérmenes que resisten el hervido, ¿arriesgaría la salud de su hijo? Protejalo con el método Milton. ¿Qué madre se iba a arriesgar con semejantes amenazas?

Con un 45% más de malformaciones que la competencia.

Con esta amenzante consigna conseguían que las madres más psicóticas del mundo compraran las pastillas para la esterilización del agua Milton. Seguro que recordáis el anuncio. Aparte de la frase con la que he abierto la entrada de hoy, salía un niño que, después de beber agua tratada con el infame producto, emitía un gorjeo de satisfacción que sólo podía significar que su sed de yonki estaba satisfecha. Ese gorjeo me ha perseguido toda la vida en pesadillas.

Curisosamente, buscando información sobre este maléfico producto y el anuncio que me marcó de por vida, no he encontrado nada. No hay nada, salvo foros de damnificados por los efectos a largo plazo de los que no se hablaban en el anuncio, a saber: mareos, desorientación, cierta monstruización, pérdida del pene... Innumerables efectos secundarios que sufren miles de personas all around the world.

Esto es lo que más me preocupa, ya que hay claras evidencias de un intento de borrado de pruebas sobre la existencia de este producto. Mientras escribo noto cómo las afiladas garras del destino se ciernen sobre mi cuello, ya que con esta entrada haré temblar a muchos de los antiguos directivos de la despiadada multinacional que comercializaba el método Milton, que hoy viven holgadamente y libres de punición en paraísos fiscales. Es probable que en cuanto publique esta entrada, un ejercito de niños Milton entren destrozando mi ventana y me hagan tragar pastillas hasta que me esterilice por dentro y no pueda vivir sin mis mi flora intestinal y esas cosas mágicas.

Sí, niños Milton. Espeluznantes niños blancuzcos que se han quedado con forma de bebé pero con aptitudes de mercenario. No lo dudéis, en la próxima gran guerra, el bando ganador será el que tenga de su lado a los niños Milton.

Fantasmas con retraso


Ayer vi un infame film sobre fantasmas, quinceañeras con traumaúra mental y misterios de chichinabo. En él, la niña con pocas luces recibía mensajes de un fantasma que intentaba decirle cosas sexuales, muy sexuales. El problema es que no se entendían. No había feeling. Puede que fuera por la sangre que salía a borbotones de la boca del fantasma cada vez que hablaba. Puede que fuera por su abrasada cara con aspecto de anuncio de embutido. O puede que el problema fueran los ruidos siseantes y los golpes que emitía al arrastrarse por la habitación de la niña que, como es normal, se hacía cacas cada vez que recibía la visita del fantasma de la navidad.

Y es de eso mismo de lo que quiero reflexionar. Siempre que un fantasma quiere decir algo, hace sangrar las paredes o planta niños con muñones en el sofá del abuelo. ¿Esta forma de actuar tiene algún beneficio que escapa a nuestra comprensión? ¿Por qué los fantasmas, en vez de gritar con fetos triturados en la boca no se limitan a hablar? ¿Por qué no se sientan al calor de un fuego con la persona con la que quieren hablar y hablan?


Compra tomates Billy.


Puede que esta incapacidad de mantener una conversación normal se deba al trauma de la muerte o al dolor que ésta genera, pero lo que está claro es que no es una buena forma de comunicación y el resultado es siempre el mismo: el mensaje llega cuando el receptor pierde el miedo al emisor, y eso, es casi siempre demasiado tarde. A esas alturas de la película la mitad de la familia del receptor suele estar con el cerebro abonando las rosas del antagonista de turno.


Así pues, animo a los fantasmas de las películas a tomar formas de cosas cotidianas, como un cojín o una mazorca de maíz y prueben a susurrar en vez de gritar y a manchar las paredes de rico chocolate en vez de usar sangre. De esta manera el mensaje llegará antes y estas películas de puta mierda durarán menos.

Nintendo 3DS: quiere tus ojos

Puede que sea para la pérfida colección de algún jerifalte de Nintendo, puede que los necesiten para hacer funcionar un infame máquina para traer a este mundo a pútridos espíritus del inframundo o puede que en la cantina de la fábrica que Nintendo tiene en Japón se sirvan ojos humanos con soja y arroz. Desconozco el motivo, pero lo que queda claro cuando pruebas la Nintendo 3DS es que Nintendo quiere tus ojos.


Ahora con más ojos.

He tenido la desgracia de probarla en una tienda y he comprobado cómo funciona: usa dos pantallas que emiten una imagen para cada ojo. Es tan malo como suena. Lo único que se consigue es un tremendo dolor de cabeza y cataratas para cada ojo. Terminas mirando la consola como si fueras un estrábico comiendo limones.

Al cabo de tan sólo 5 minutos jugando odias la 3DS y te sientes realmente mal. Te duele la cabeza y te sientes aturdido y desorientado. En ese momento eres una presa fácil para ladrones y violadores, así que juega siempre acompañado de alguien de confianza que te pueda acompañar hasta tus aposentos en lo que será la peor noche de tu vida. Porque es durante la noche cuando el riesgo de perder los ojos se multiplica. Es por la noche cuando Nintendo reclama lo que es suyo.

Sabores que añoramos


Entraron en nuestras vidas con la grasienta intención de hacernos felices. Eran nuestros favoritos, y cuando teníamos oportunidad, acudíamos a ellos en busca de saturadas sensaciones, aromas e inspiración. No estoy hablando de Buda. Jesús no tiene cabida en este blog y tampoco hablo de Mariano Mariano. Hablo de cosas mucho más banales que los citados dioses. Hablo de alimentos que ya nos dejaron porque su tiempo pasó. Alimentos elaborados a base de aromas venidos de ultramar y extraños animales ya extintos. Quizá esta última sea la verdadera razón de la desaparición de estos tres sabores de mi infancia: las Rufles Chili Bravas, la McRib, y los Drakis.

Ruffles lleva años descuidando a los amantes del picante patatil. Aun recuerdo cuando podíamos disfrutar de las Ruffles Chili Bravas en las tiendas -remarcaban lo del picante poniendo dos sinónimos de picor en el nombre-. Recuerdo cómo se quedaban las manos rojas por la mierda roja que llevaban y el horrible picor cuando comías una que estaba demasiado saturada por ese polvo, era como comer un pegote de pimienta de cayena. Pero esas eran las mejores, las que estaban demasiado fritas y habían absorbido tanto picante que su ADN de patata mutaba. No sé si volverán alguna vez, pero espero rezar al dios tentacular adecuado para ello.


Horrible ser que le daba su característico sabor picante a las Chili Bravas.

Cuando pienso en la McRib, una extraña sensación de vacío se apodera de mí. La misma que sentí cuando un buen día, hace años, me encontré con que mi hamburguesa del McDonald´s favorita había desaparecido de la carta. Hicieron falta 4 chicos de los que salan las patatas para calmarme y para que dejara de destrozar el local. Luego, sentados en las ruinas de lo que fue su único medio de ganar dinero, me explicaron que se había ido a otro planeta para hacer feliz a los niños de allí. Me dolió, pero lo entendí. Desde entonces aguardo a que vuelva algún día, con su carne de ¿cerdo?, su salsa barbacoa, sus cachos de cebolla cortados a machete... ¡Vuelve McRib!


Elaborado con una rara raza de gusanos ya extinta.

Dejo para el final el sabor que marcó un antes y un después en mi vida. Los Drakis aparecieron un día en la tienda, sin hacer ruido. Su forma llamaba la atención y obligada a tu inocente mente de infante a comprarlos. Saltaban a la vista sus innumerables usos, como por ejemplo como sustitutivos de tus dientes y muchas más cosas... Pero ¿y el sabor? La bolsa aseguraba que sabían a bacon y a queso. No creo que usaran en ellos mucho más bacon del que se utiliza en la fabricación de bujías de alto rendimiento, pero la cosa es que saborearlos era como saborear la ambrosía. Y luego, tras mucho tiempo de disfrute junto a ellos, se fueron sin dar una explicación. Abandonaron mi vida y con ellos, una parte de mi ser. Una parte que nunca he recuperado: la cordura.


Hechos con auténticos dientes de niños pobres.

Espero que estas líneas lleguen a algún responsable de las citadas marcas y le hagan llorar de emoción. Sólo ellos pueden hacerles volver.

Pisar una mierda en Madrid

Es duro pisar una mierda de perro en Madrid. No es que en el resto del mundo sea algo bonito, pero en Madrid es un poco peor.

¿Por qué? Te estarás preguntando, amado lector, es peor pisar una mierda de perro en Madrid. La respuesta que buscas es: por la falta de jardines. Y ahora, guapo lector, te estarás preguntando, ¿Qué tienen que ver la falta de jardines con las mierdas de perro? Seguramente pienses que me refiero a que, como hay menos jardines, los canes cagan más por las aceras, pero no.

El problema de pisar una mierda de perro en Madrid es la falta de jardines en los que limpiar el calzado mierdeado. En mi tierra, las calles están por todas partes rodeadas y plagadas de jardines que, aparte de cumplir su función embellecedora, cumplen una función vital de limpiabotas cuando ocurre algún tipo de desgracia perruno-mierdera. Pero en Madrid no hay jardines. Hay tierra.

Y así, con esta problemática añadida, andando yo despistado lanzando fotos a diestro y siniestro en una céntrica calle de la capital, pisé hace pocos días una pedazo de cagada que hizo que mi playera se deslizara unos centímetros. Al ver semejante desaguisado playeril, hice primero como que me rascaba la cabeza, para disimular, y luego comencé a buscar sitios en los que limpiar mi desgraciado calzado. Sólo encontraba bordillos y árboles tristes sin una brizna de hierba en sus bases. Ante tal desalentador panorama me pregunté ¿que haría Jesús en mi lugar? por supuesto, algún truco de magia que haría desaparecer el oloroso problema. Yo, por mi parte, decidí aprovechar algún charco de agua y la tierra de la base de un agradecido árbol.

El resultado no fue, ni de lejos, tan satisfactorio como el obtenido en un jardín. Al inicial resto fecal, había que añadir ahora tierra y agua estancada. Madrid necesita jardines de manera urgente.

Esperamos que sea niña

¿Para qué disimular?, ¿eh, señores de Calzedonia?

Sí, queridos lectores, de nuevo la publicidad, y es que no puedo estar viendo la tele tranquilamente sin que se cruce ante mis ojos algún spot que me haga salir la bilis a borbotones. En esta ocasión es el anuncio de Calzedonia:


Queremos tu vida.

Todo muy bonito, canción de piano con voz suave de treintañero-que-se-preocupa-por-ti-y-tiene-más sentimientos-que-la-media incluida. Tonos rosas y felicidad en todas las etapas de la vida, desde que nace, crece, ama, ríe, se casa y terminamos con un embarazo y vuelta a empezar. Qué majos. ¡NO! Se descubren con un "esperamos que sea niña". Automáticamente me imagino a 8 orondos accionistas de Calzedonia, alrededor de una mesa fumando puros, comiendo huevos de cóndor y viendo el vídeo promocional de la nueva campaña de su empresa, mientras piensan en la de cosas malévolas que van a poder comprar con el dinero que se gasten los padres que tengan niñas en sus malévolas tiendas -como podéis ver, todo es malévolo-.

Y piensan regodeándose en su propia crapulencia ¿para qué disimular? Sólo esperamos que sea niña para que te gastes un montón de pasta en ella, y para que ella, totalmente alienada tras años de productos Calzedonia, haga lo mismo con su hija, que tendrá gracias a la selección embrionaria. Y así hasta el infinito. Hasta que no queden hombres y sólo queden féminas que visten calcetines de cuerpo entero -una futura moda del año 2150-.

De modo que, sabiendo el horrible futuro que le espera a la raza humana ¿vas a comprar en Calzedonia? ¿Te alegrarás si es niña? Los accionistas de Calzedonia sí.

De cómo John Travolta copió a David Hasselhoff

Llevo tiempo fijándome en que los personajes antagonistas de John Travolta son iguales. Son clones unos de otros. Y es que Travolta ha encontrado el elemento que hace malo a una persona: la perilla. De modo que el bueno de John incorpora este malévolo elemento a todos sus personajes malvados, como podéis admirar en las siguiente instantáneas.

Foto 1: a la izquierda Travolta de malo -con perillaca- en asalto al tren pelham. A la derecha, Travolta de bueno -sin perillaca- en cerdos salvajes.

Cada día más fanegas.

Foto 2: Travolta de malo -con perillita- en operación swordfish. Travolta de malo -con perillarl- en campo de batalla la tierra.

¡Tengo perillaaaaaarl!

Lo peor de todo, es que ha copiado la fórmula que había inventado otro grande de la televisión mundial: David Hasselhoff. Fue él el primero en ver el potencial que las perillas tenían para sus personajes de el coche fantástico.

Foto 3: A la izquierda Garthe Knight -con perillita-, el hermano gemelo malvado de Michael Knight -sin perilla-, que se encuentra a la derecha levantando el pulgar como persona cool que es.

¡Se va a vé en un follón que no sabe dooonde sa metío!

Mucho me has cambiado John.

Nel mio intimo c'è Chilly

El mundo de la publicidad es un generador infinito de IRA. Si se inventara algún día una máquina capaz de transformar la IRA humana en energía pura se podrían combinar ambos elementos y ¡ZAS! el mundo se transformaría de la noche a la mañana en un lugar mejor en el que vivir, sin hambre, sin contaminación y sin IRA, ya que se canalizaría toda para transformarla en energía. Aunque yo me quedaría sin temas para escribir en aqueste blog, ya que la IRA es la que mueve mis dedos para transformar las divagantes ideas formadas en mi lóbulo frontal en textos comprensibles y descifrables hasta por simios somnolientos. Espero entonces, que nunca se invente una máquina con tamaña capacidad.

Esto, queridos lectores, ha sido una introducción. Un poco larga, sí, pero necesaria para meternos en materia. Y la materia es la publicidad, y más concretamente un spot publicitario que se ha empezado a ver por las cadenas de nuestra raquítica y desfasada oferta televisiva. El spot en cuestión trata el siempre delicado tema de la higiene femenina -un tema que ya hemos tratado en este, vuestro blog-.

En esta ocasión, el producto en sí no es el problema, ya que es necesario para que la raza humana siga multiplicándose sin parar. El problema de este producto es su nombre: Chilly, y más concretamente el uso que le dan para la frase que da nombre a toda la campaña publicitaria: en lo más íntimo quiero Chilly.

En italiano, porque la Cúpula lo vale.

Bravo. No tengo palabras. A saber cuantas personas, tanto de la empresa de publicidad que se ha encargado de al campaña como de la propia marca, habrán visto el anuncio antes de emitirlo, y a nadie le ha sonado raro eso de ahí abajo quiero Chilly. A nadie le ha venido a la cabeza que el nombre del producto guarda una alarmante similitud con el nombre del plato mejicano por antonomasia, el chile. A nadie se le ha ocurrido que decir en lo más íntimo quiero Chilly se parece demasiado a decir quiero frotarme mi zona intima con pimientos picantes y luego ponerme a bailar.

Espero que alguien de la marca se de cuenta del error que han cometido y, o bien cambien el el nombre del producto, o bien metan unas cuantas horas infografiando y el anuncio acabe siendo un spot promocional sobre los beneficios del chile. ¡Viva Mejico!

Mi currículum

He mandado muchos currículums en los meses que llevo en el paro. Dicen que con todas las copias de mi currículum que andan por el ciberespacio y por los despachos de Madrid, se podría cubrir Asia entera. Dicen que si todas las personas que han tenido mi currículum en la mano lo leyeran ahora mismo, habría miles de accidentes de coche, morirían cientos de personas por atropellos y caerían decenas de aviones con los pilotos afanados en la lectura. Dicen que es el segundo texto escrito más extendido de la historia, tan sólo por detrás de la biblia. Dicen que si se pusieran todas las letras de todos mis currículums en linea, se podrían dar diez vueltas a la tierra. Y eso en Times New Roman tamaño ocho. Dicen que si se imprimiesen todas las copias digitales de mi currículum, que habitan en millones de ordenares, se acabarían los árboles de la tierra. Dicen que para escribir todas las copias de mi currículum haría falta que un millón de chimpancés estuvieran dándole a la máquina de escribir durante diez años. Dicen que con todo el papel necesario para imprimir las copias de mi currículum se podría generar tanta energía calorífica como para alimentar una estrella del tamaño del Sol durante media hora. Dicen que las grapas necesarias para grapar todas las copias de mi currículum serían capaces de cubrir un estado como Prusia. Dicen que para fabricar la tinta necesaria para la impresión de todas las copias de mi currículum habría que secar 8 planetas como la tierra. Dicen que para almacenar todas las copias digitales de mi currículum que andan por el ciberespacio en un solo disco duro, éste tendría que tener el tamaño de Italia. Dicen que mi currículum es ya responsable de la extinción de ocho especies animales y veinticinco vegetales y que supondrá la siguiente gran extinción en masa.

O eso he oído yo...

Dora la Exploradora es malvada

Hoy estaba viendo Bob Esponja en la tele y sin previo aviso el aparato ha empezado a emitir gritos de niños e imágenes a tal velocidad que convertirían una convención de epilépticos en la mayor fiesta de la espuma de la historia.

Los gritos eran de niños y niñas que aclamaban a Dora una y otra vez. Bien, la tal Dora ha comenzado un show en el que los protagonista eran los perros y los antagonistas eran los hombres del servicio municipal de recogida de animales abandonados. Dora y sus amigos -una especie de mapa del tesoro y una cantimplora llena de orina- se dedicaban a promulgar sus creencias hipiescas diciendo que había que salvar a los perros de los malvados señores del servicio municipal de recogida de animales abandonados que los querían cazar para, según ella, hacerles cosas sexuales.

Perro incapaz de predecir nada.

Alguien tendría que decirle a Dora -y por alguien, me refiero a vosotros- que no todos los perros del mundo son buenos y no todos los trabajadores del servicio municipal de recogida de animales son malos. Porque cuando un niño llegue a casa con la cara mordida y espumando debido a las primeras fases de la rabia, ¿quién va a explicarle que lo que le dice Dora es mentira? ¿Quién le va a explicar que en este caso, el perro es malo y el señor del servicio municipal de recogida de animales abandonados es bueno?

Sí, puede que sean matices. Pero cuando un padre llegue a casa y descubra que ésta ha sido invadida por decenas de malolientes perros callejeros que han defecado sobre su valioso sofá Luis XIV, ¿quién evitará que mate a los perros? ¿Su hijo? ¿Dora? ¿Los peces gordos de Whasington?

Por último está el probable caso del hijo del señor que trabaja en el servicio municipal de recogida de animales abandonados. Cuando vea a Dora -su Diosa- diciendo que su padre es peor que Hitler, ¿Quién pagará las costosas sesiones de psiquiatra a las que deberá someterse ya en la adultez para librarse del recuerdo de su padre enjaulando perros?

Pensad en ello.

La peor fobia vive dentro de ti

Fobias. Miedos irracionales que pueden surgir hacia, prácticamente, cualquier cosa. Puede darse el caso de que una persona tenga fobia de a los abuelos, y no me refiero a la gente mayor, sino que la persona que tiene fobia a los abuelo empieza a gritar y a agitar lo brazos frenéticamente cuando ve la bucólica postal de un abuelo y su nieto en el parque. Hay una gran diferencia.

Miedo a las uñas cortadas, miedo a volar desnudo, miedo a la imitación de los Smacks que se vende en el DIA, miedo a los botones de los ascensores... hay tantos ejemplos de fobias como personas hay en este ingrato mundo.

Fobia a la luna: todas las noche a grito pelao.

En ocasiones los fóbicos lo tienen fácil para evitar su miedo. Así, una persona que tenga miedo a las palomitas que se quedan sin hacerse en la bolsa de palomitas para microondas, no tiene más que comer cualquier otro snack para no pasar un desagradable rato frente a una bolsa de la que sale vapor. Por otro lado se dan casos de fobias que son más difíciles de evitar. Si uno tiene miedo a ser atropellado por un coche conducido por un abuelo y su nieto -y tienen que cumplirse todas las circunstancias- se pasará el día entornando los ojos para ver si el coche que se acerca es un abuelo o una rubia.

Pero existe una fobia a algo que vive dentro de nosotros. Es una fobia conocida como hemofobia o miedo a la sangre. Puede parecer una tontería, pero poneros en esta situación. Una de las fobias más comunes es el miedo a las cabezas de las palomas -de hecho, un reciente estudio afirma que el 60% de la población sufre de esta fobia-. Ahora imaginaros que, teniendo miedo a las cabezas de las palomas, cada vez que os hicierais un corte salieran cabezas de paloma por la herida, mirándote con ojos vacíos de columbiforme, con un pico carcomido por años de picotear de la acera... Da miedo, ¿verdad? Pues eso es lo que les pasa a los hemofóbicos. Su peor temor está dentro de ellos y el mínimo corte puede hacerlo florecer.

Ahora con más sabor

De nuevo arremeto contra la publicidad. Empiezo a odiar todos los anuncios que no sean de BMW, Levis o Villarriba y Villabajo. En esta ocasión me llama la atenció la cantidad de veces que he escuchado eso de "ahora con más sabor", "Ahora más potente que nunca" o aquello de "ahora nueva fórmula, mejor que antes".

Nueva formula, ahora con más gatitos

El primer caso es el que más me preocupa. No sé exáctamente cual es la proporción de anuncios de este tipo que sacará un marca X al año, pero supongamos que se emiten dos anuncios al año con sus correspondientes subidas de sabor. No dicen la cuantía de la subida en saborercios, pero, pensemos que la subida es de un 25%. Eso significa que en dos años se dobla el valor de saborercios, así que, cuando comemos un Pantera Rosa hoy, comemos un Pantera Rosa que es el doble de potente que uno de hace dos años. No quiero preocupar a nadie, pero a este ritmo, dentro de unos cuantos años el valor en saborercios de la bollería industrial será tan potente que nos derretirá la boca.


El caso de "ahora más potente que nunca" es similar al de "ahora con más sabor que nunca" pero en lo que a potencia limpiadora se refiere. Si aplicamos a este caso las mismas normas que en el primer caso, descubrimos que, dentro de unos años, nos arriesgaremos a destruir nuestro hogar al limpiarlo con Xilit Bang.

En cuanto al tercer caso "ahora nueva fórmula, mejor que antes", he de decir que me irrita más que ninguno. Vamos, que le habéis echado más ceniza a la mezcla y ahora sabe mejor, o limpia mejor. ¿Y hasta ahora por qué no lo habíais hecho? Nos venden mierda y cuando nos damos cuenta de que es mierda no venden una mierda al cubo con promesas de que esta vez sí que es el mejor producto de la historia. Pero no. Nunca lo es. Nunca dejarán de mejorarlo todo y llegará un día en el que nuestro lavavajillas nos asesine y se quede con nuestra herencia.

Bostezo infinito

Cuántas veces nos jugamos la vida sin darnos cuenta. Unas son por puro azar. Vas caminando, un coche se salta un semáforo en rojo y ¡ZAS! cae justo a tu lado un gato que se había asomado demasiado al balcón del piso 15 de su dueña. Vivo por milímetros. Otras nos la jugamos conscientemente. Bebes mucho por la noche, vas a tu coche, entras y ¡BUM! NO coges el abrigo y te puedes morir de una pulmonía. Russian Roulette.

Y así con miles de situaciones y actos cotidianos. Pero luego están las cosas que haces habitualmente y que no sabes que te podrían costar la vida. Una de esas cosas es bostezar en público. Y con público no me refiero a bostezar en lo alto del escenario del Teatro Real, sino a bostezar con gente a tu lado. Y es que al bostezar al lado de otra persona puedes desencadenar un bucle sin fin que te atrapará forevar ¿Cómo es esto posible? Por algo llamado sugestión.

Flamenco y leopardos: no tan buena combinación como parecía.

La sugestión hace que a la gente que te rodea se le pegue tu bostezo y bostecen ellos también. Hasta aquí no os he descubierto América, vale. Pero imaginaros que cuando bosteza la segunda persona, te pegue su bostezo. Tú bostezarías de nuevo. Y si a él se le pega de nuevo tu bostezo, volvería a bostezar. Y así para siempre. ¿Improbable dices? Bueno, puede que la próxima vez que bosteces te ocurra, y entonces reza, reza para que nadie, nadie que te importe realmente se encuentre a tu lado. De lo contrario os encontraréis atrapados en el BOSTEZO INFINITO.

P.D.: ¿No os encanta cuando en un texto lees un frase que es también el título? Es un momento mágico.

Ficción publicitaria

Hasta ahora veía cómo en los anuncios publicitarios de juguetes se advertía tímidamente que lo que visionábamos en pantalla era "ficción publicitaria". Gracias, pensaba que realmente con el barco de Playmobil venía un mar de regalo y los juguetes se movían solos. Podríamos pensar que son mensajes para los niños, pero no creo que muchos niños se fijen en la letra pequeña de las cosas. Mirad sino qué cantidad de niños esclavos son propiedad de la Disney por no leer la letra pequeña de los menús infantiles de los parques de atracciones.

Pero ahora han cruzado una linea que no deberían haber cruzado. Han puesto la dichosa frase en un anuncio en la que no tiene cabida porque ni siquiera los niños son tan estúpidos, y eso que si los niños son niños es porque son estúpidos. El anuncio en cuestión es del Bollycao Dokyo, una aberración culinaria que junta lo mejor de nuestra infancia con japón en busca de un aborto que haría llorar de rabia a los niños que éramos hace 20 años.

Bollycao, ahora relleno de delicioso LSD.

Gracias señores de Bollycao por advertir que al comer su maligno bollo no entraremos en un mundo de fantasía en el que la gente y los gusanos gigantes azules vuelan y tenemos amigos que nos ponen jetpacks y todo está decorado con cutre cultura oriental. Gracias. Me han pillado con todos mis ahorros en la mano y saliendo por la puerta para comprar toda la producción de Bollycao Dokyo del mundo.

Máquina de dinero legal

Ahora que tengo tiempo para pensar en todo. Y cuando digo todo, es todo. Si no me creéis decidme un tema y seguro que he pensado en él. Pues bien, ahora que las horas son mi labor y el tiempo mi empresa, me he estado rebanando los sesos en pos de encontrar alguna alternativa real y legal de fabricar dinero gratis.

NO vale fotocopiarlo, es cutre e ilegal. Tampoco puedo tallar una de esas placas que todo el mundo persigue en las pelis americanas, seguramente no me quedaría igual y sí, es ilegal. Cuantas cosas ilegales. Pisotear animalillos indefensos es ilegal, gritar desnudo en la calle es ilegal, fabricar tu propio dinero es ilegal, en esta estúpida sociedad todo es ilegal. ¿Todo? No. Ahora fabricar tu propio dinero no lo es.

Y es que he discernido un laborioso y ambicioso plan para, literalmente, irte a la cama con 2 euros, y despertar con 2 euros con 20 céntimos. ¿Cómo? Bueno, es algo complicado de explicar y estoy a la espera de que un afamo químico me escriba un resumen del proceso para que vuestros intelectos inferiores lo asimilen, como una célula asimila una pequeña porción de oxigeno sin llegar a entender la razón que le lleva a hacerlo.

A grandes rasgos se trata de conseguir que el dinero se aparee en nuestras huchas y tengan monedas. Así, el resultado del coito entre dos monedas de euro serían una o más monedas de 10 céntimos, dependiendo de si el cigoto sufre una división celular de su precio monetario. Las monedas de 2 euros tendrían moneditas de 20 céntimos, los billetes de 50 billetitos de 5 euros monísimos. Lamentablemente las uniones entre monedas de diferente valor y/o país darían como resultado aberraciones en las que la cruz indicaría valores como 30 céntimos y la cara mostraría monstruos nacidos de la unión entre presidentes, águilas y reyes.

Esquema de apareamiento -en espera de algo más elaborado-

Sé que más de uno estará riéndose ahora mismo. No pensará lo mismo cuando el importante químico que tengo en nómina os presente la idea con esquemas y dibujos y cosas de químicos. Entonces reiré yo. Y tendré muchas monedas. Podré alimentarme exclusivamente de comida comprada en máquinas. A dream that comes true.

La vida pirata

Cuántas veces hemos cantado de niños eso de: la vida pirata es la vida mejor, sin trabajar, sin estudiar, coooon la botella de ron. Y ahora todo el mundo preocupado por la generación ni-ni y su puta madre. Ron en mano, miles de jóvenes se dedican a pelear y emborracharse hasta la muerte haciendo propias las palabras de la cancioncita. Menos mal que con la saga "Piratas del Caribe" han cambiado los "popes" de la juventud y ahora -como viene siendo habitual en el cine- siguen los roles de piratas amanerados y con perillas que harían vomitar al mismísimo Lucifer. No quiero perderme en una extensa y divagante diatriba sobre el sin-futuro de la juventud, así que voy a colocar un punto y aparte al final de esta frase y seguiré con el tema que hoy nos ha reunido.

¿Un agujero en el parche? ¡Prendedle, es un pirata falso!

La verdad es que la dichosa canción tiene razón. La vida de un pirata estaba bastante bien. Si uno no era de mareo fácil, podía ver mundo, beber, matar y comer en total libertad y armonía con la mar. Lo que nunca he llegado a entender era esa costumbre de enterrar los tesoros. Vamos, con lo que tenía que costar reunirlos a base de hundir barcos y matar marineros. En vez de gastarlos los enterraban. Un observador poco entrenado vería en esta costumbre algo prudencial. Como si enterraran el tesoro para que la gente se olvidara de que había sido robado y luego gastarlo en prostíbulos sin que el responsable del garito llamara a la Interpol. Pero claro, hace 200 años no había chips ni mierdas de rastreo, por lo que esta idea es errónea.

Sinceramente, después de investigar la Gran Red durante meses intentando esclarecer las razones de este comportamiento no he llegado a una conclusión clara. Bueno, a decir verdad sí he llegado a una: algo sabían que no sabíamos nosotros. Los piratas no eran retards y seguro que su buena razón tenían para no disfrutar del oro por el que tanta sangre derramaban. Algo sabrían. Algo que ni tu, ni yo ni nadie más en la tierra sabemos. Pero enterraban su oro por alguna razón, de modo que yo animo a que enterremos todos nuestros ahorros, joyas, oro, mascotas, relojes, la play 3... en fin, todo lo que consideremos un tesoro en la madre tierra durante unos años para ver qué pasa. Yo por mi parte lo voy a hacer, y si algún valiente se anima le cederé una parcela del solar donde voy a enterrar mis tesoros. A partir de ese momento, se acabaron los problemas y a beber ron. Arrrr.

La venganza es un plato que se sirve caliente

Heglantino era un taxista como otro cualquiera. Hacía su trabajo de manera eficiente pero sin la pasión que le caracterizaba en sus primeros años como taxista. Ahora, tras 30 años en la profesión, una úlcera y una prominente barriga, Heglantino sólo pensaba en jubilarse y vender su licencia de taxista. Quería irse con su señora de viaje y ver el mundo que no se había podido permitir ver de joven.

Una noche como otra cualquiera, Heglantino recogió a dos jóvenes en evidente estado de embriaguez. Para Heglantino esto no era nuevo y se había acostumbrado a vigilar de cerca y a aguantar los importunios de los miles de borrachos que había llevado en su taxi a lo largo de su carrera. Pero, distraído como estaba esa noche, no se fijó en la mierda de perro que le dejaron en el asiento trasero sus clientes. Estaba demasiado absorto en sus planes de viajes y felicidad para percatarse de las risas nerviosas y el débil olor que llegaba desde el asiento trasero de su Skoda Fabia. Los clientes pagaron y se bajaron y no fue hasta cuando llegó a su domicilio cuando Heglantino descubrió la cagada. En ese momento algo cambió en el cerebro de Heglantino. Siempre se había movido por el mundo con una frágil dignidad, y esa dignidad se la habían arrebatado dos jóvenes borrachos. Lleno de amargura limpió el asiento trasero, tiro la mierda al cubo de basura que tenía en su garaje y se fue a la cama justo cuando su mujer se despertaba.

Heglantino tuvo pesadillas de jóvenes borrachos que cagaban mierdas gigantes de que reían de él. Se despertó sudoroso y orinado. Y, por segunda vez en el mismo día, algo cambió en la cabeza de Heglantino. Siempre había sido un hombre calmado y nada irascible, pero lo que le había ocurrido esa noche supuso la gota que colmó un vaso que se había ido llenando durante 30 largos años. Se levantó de la cama y bajó al garaje, en donde rescató la cagada del cubo de la basura y la guardó en un tupperware. No iba a permitir que se le recordase porque le llenaron de mierda el taxi.

A partir de ese momento Heglantino condujo su taxi para encontrar a los jóvenes que le dejaron la mierda de perro en el taxi. Se olvidó de su jubilación, de su mujer, de sus amigos y de su úlcera. Conducía noche tras noche con la cagada de perro en el asiento trasero. El plan era simple: cuando viera a los jóvenes, pararía, les recogería y al entrar se sentarían en la mierda que ellos mismos dejaron. Era el plan perfecto. Era el plan de Heglantino, y no iba a dejar que nadie se interpusiera en su camino.

Su obcecación le costó primero su matrimonio. Su mujer, harta de ver cómo prestaba más atención a la mierda -a la que suministraba suero fisiológico para que se mantuviera fresca y blandita- que a ella, le dejó para irse a vivir con su hermana al pueblo. Él no se percató hasta que observó que la nevera estaba vacía. Lástima, pensó. Y siguió con su plan.

Poco a poco se fue quedando sin dinero y sin amigos. El dinero que tanto tiempo le había costado ahorrar para su jubilación se fue en gasolina y en comidas de bares pestilentes. Sus amigos dejaron de llamarle. Pero él seguía firme en el plan. No cejaría en su empeño hasta encontrar a los jóvenes.

Y el ansiado momento llegó. Una noche vio a los mismos jóvenes buscando un taxi muy cerca de donde les recogió la primera vez. Todo era perfecto. Los jóvenes ni se percataron de que era el mismo taxi y el mismo taxista. No en vano habían pasado 8 años. Al sentarse los jóvenes en el asiento trasero, primero uno y luego el otro, restregaron sus posaderas contra la mierda -blanda y caliente gracias a la calefacción de los asientos-. Heglantino miraba su obra desde el espejo retrovisor. Sonriendo. Gozando. Los jóvenes, por su parte, al darse cuenta de la broma, salieron del coche profiriendo gritos y amenazas a Heglantino, que seguía sentado, sonriendo y devorado por su desatendida úlcera, que le costó la vida en ese mismo momento.

La unión hace la fuerza

No os dejéis llevar por el tópico ni por infrapensamientos derivados de lo típico del título de la entrada de hoy. Cuando hablo del poder de los arrejuntamientos masivos no me refiero a las huelgas para conseguir estúpidos beneficios sociales. Ni tampoco a congregaciones de modernos para pedir que se prohiba uno de los tesoros culturales de la moderna sociedad: morder a gorriones en la cara. Yo voy un poco más allá, e intento entender los beneficios de estas aglomeraciones de seres cantores.

La unión hace la fuerza, sí, pero ¿para qué vamos a usar esa fuerza? Es decir, una vez llamada la atención y cuando una ciudad, un país o un continente entero se encuentra expectante de oír la razón de semejante alboroto, ¿qué vamos a pedir? ¿Derechos para los humanos? ¿Derechos para los animales? ¿Derechos para los derechos? NO. No tenemos que pensar qué deberíamos pedir, sino qué debemos pedir. Rascacielos hechos enteramente de esqueletos de mapache. Burritos tan picantes que ni el mismísimo Jesús pudiera comerlos. Crear un máquina que haga que llueva gelatina de vodka. Prohibir las palomas, pero no los huevos de las palomas -pensad que, al no estar prohibidos los huevos podríamos pisotear a los polluelos nada más nacer, porque ellos sí que serían ilegales-. Se podría pedir también que cierto porcentaje del empleo público fuese destinado a contratar simios de toda clase; todo sería tan lento e incompresible como ahora, pero habría muchos más lanzamientos de heces en los edificios públicos.

Como veis, la lista no tiene fin, dazme dos palabras al azar y os digo algo por lo que luchar y pasar frío. Yo os animo. La Cúpula de la IRA os anima.

P.D.: No le intentéis encontrar sentido, ni si quiera yo se lo encuentro.