Fantasmas con retraso


Ayer vi un infame film sobre fantasmas, quinceañeras con traumaúra mental y misterios de chichinabo. En él, la niña con pocas luces recibía mensajes de un fantasma que intentaba decirle cosas sexuales, muy sexuales. El problema es que no se entendían. No había feeling. Puede que fuera por la sangre que salía a borbotones de la boca del fantasma cada vez que hablaba. Puede que fuera por su abrasada cara con aspecto de anuncio de embutido. O puede que el problema fueran los ruidos siseantes y los golpes que emitía al arrastrarse por la habitación de la niña que, como es normal, se hacía cacas cada vez que recibía la visita del fantasma de la navidad.

Y es de eso mismo de lo que quiero reflexionar. Siempre que un fantasma quiere decir algo, hace sangrar las paredes o planta niños con muñones en el sofá del abuelo. ¿Esta forma de actuar tiene algún beneficio que escapa a nuestra comprensión? ¿Por qué los fantasmas, en vez de gritar con fetos triturados en la boca no se limitan a hablar? ¿Por qué no se sientan al calor de un fuego con la persona con la que quieren hablar y hablan?


Compra tomates Billy.


Puede que esta incapacidad de mantener una conversación normal se deba al trauma de la muerte o al dolor que ésta genera, pero lo que está claro es que no es una buena forma de comunicación y el resultado es siempre el mismo: el mensaje llega cuando el receptor pierde el miedo al emisor, y eso, es casi siempre demasiado tarde. A esas alturas de la película la mitad de la familia del receptor suele estar con el cerebro abonando las rosas del antagonista de turno.


Así pues, animo a los fantasmas de las películas a tomar formas de cosas cotidianas, como un cojín o una mazorca de maíz y prueben a susurrar en vez de gritar y a manchar las paredes de rico chocolate en vez de usar sangre. De esta manera el mensaje llegará antes y estas películas de puta mierda durarán menos.

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