Mucho más y mejor en el interior

Algo que me ha llamado la atención desde el primer día que pisé las calles de aquesta capital llamada Madrid, es la costumbre de los bares de instalar un teatro del infierno protagonizado por las estrellas culinarias del lugar, en escaparates que dan a la calle.

En un primer momento, puede parecer buena idea. El potencial cliente alemán de turno puede ver, de manera rápida, qué le ofrece el bar aunque no entienda del castellano nada que vaya más allá de "paelia" y "pusticlú".

Pero, como si todo funcionase bien en este mundo, no existirían apestosos blogs como en el que te encuentras ahora mismo, algo que en su concepto funciona de manera eficiente, una vez llevado a la realidad por grasientos camareros de bares anclados en los 70, todo se tuerce.

Merluzas con aspecto de haber estado en dentro de la misma ballena que Matusalen -o algo así-, torres de calamares con apariencia de ser de sílex, paellas tan secas que son usadas como carbón vegetal... Muchas son las causas de que estos escaparates estén siempre chorreando de vómito. Pero incluso cuando los alimentos no parecen ser del espacio exterior, algo tiene que estar mal:

¡He devorado a sus hijos! ¡Bleeuuurg!

Ahí tenemos a doña merluza vomitando gambas en una horrible estampa que hace llorar a los niños mientras duermen. Y a un servidor.

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